Obesidad y fertilidad femenina

Muchas culturas, a lo largo de la
historia, han relacionado la obesidad con el atractivo físico, la fuerza y la
fertilidad. De hecho, la representación de la maternidad y la fertilidad en las
civilizaciones antiguas eran figuras femeninas obesas.
Sin embargo, en el siglo V a.C.,
Hipócrates ya hace referencia a la relación entre obesidad e infertilidad en
las mujeres como consecuencia de una reducción de la frecuencia de la
menstruación, observación recogida por Avicena en el s. XI en su obra “El canon de la medicina”, donde además
relaciona la obesidad severa con dos situaciones: “los hombres son infértiles y producen poco semen” y las mujeres, si
quedan embarazadas “abortan, y su libido
es pobre
”.
La obesidad se define como el
exceso de la grasa corporal y puede cuantificarse mediante el Índice de Masa
Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso corporal (medido en
kilogramos) entre la talla (medida en metros) al cuadrado (kg/m2).
La forma en que el tejido graso
influye en la fertilidad femenina es puramente hormonal: el tejido adiposo se
comporta como un órgano muy activo en la producción de hormonas que interfieren
en la función del ovario.
Esta actividad endocrina afecta al
crecimiento de los folículos (llegando a inhibir la ovulación), disminuye la
calidad de los ovocitos, embriones y endometrio, e interfiere en la
implantación embrionaria en el útero. Y con todo ello, se reducen las
posibilidades de gestación, tanto espontánea como tras tratamientos de
reproducción asistida.
La posibilidad de esterilidad en
mujeres obesas se triplica respecto a aquellas que tienen un IMC normal y se ha
calculado que, por cada unidad de índice de masa corporal por encima de 29
kg/m2, la probabilidad de embarazo natural se reduce un 5%.
Los tratamientos de reproducción
asistida también ven reducida su eficacia en estas pacientes. Se necesitan
dosis mucho más altas de gonadotropinas (lo cual incrementa el coste económico
de cada ciclo hasta en 1700 €), más días de estimulación y, a pesar de ello, se
consiguen menores tasas de gestación, de implantación embrionaria y de recién
nacido vivo tras cada uno de los tratamientos.
Se ha estimado que, por cada
aumento de una unidad en el índice de masa corporal, la probabilidad de
conseguir embarazo con fecundación in vitro se reduce un 16% y, de forma
genérica, que mujeres con IMC entre 30 y 34,9 kg/m2, la reducción de
posibilidades es de casi un 30% y del 50% si el IMC es igual o superior a 35
kg/m2.
Todo lo comentado aconseja  recomendar la pérdida de peso en aquellas
pacientes obesas que buscan un embarazo, dado que ello mejoraría la fertilidad
espontánea, aumentando la regularidad menstrual y las ovulaciones, y aumentaría
las posibilidades de gestación con técnicas de reproducción asistida.

Dra. Marita Espejo Catena

Directora de Instituto FIVIR



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